Juan Coletti escribió su CANTO
LABRIEGO a los 22 años, en el verano mendocino de 1954, y lo editó en octubre del año siguiente en la
mítica imprenta de don Gildo D’Accurzzio. Pocos lectores, moderada crítica,
algún desdén. Como buen campesino el
autor podría haber afirmado que su primera cosecha fue escasa, pero sí de buena
calidad, de “pura cepa”.
Como
los vinos tintos que se perfeccionan con el tiempo y en el silencio de las
cavas, este libro sobrevivió a los cambios y al olvido y tuvo en 1989 su
resurrección cuando Nicolás Catena, lector entusiasta y amigo desde la
adolescencia de Juan Coletti, financió la bellísima edición ilustrada por el
maestro Carlos Alonso, impresa en Ediciones de Arte Gaglianone.
“Este canto –dice el autor en el
prólogo- es el testigo simple de mí
mismo, mi testimonio de permanencia en un paisaje que apenas ha cambiado, mi
respeto a los que fueron, que son y que serán: hombres, mujeres y niños que van
y vienen entre las viñas y las chacras, perpetuamente sintonizados a mi alma y
a quienes rindo, nuevamente, mi homenaje”.
Primer libro de la
juventud del poeta y sin embargo pleno
de la sabiduría de los labriegos,
ingenuo y vigoroso, contestatario y sensual, pintura humana y social que
sólo puede ser rescatada con el don de la palabra, de la profecía poética.
Libro completo
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